Cada uno de nosotros somos una réplica del universo en su recorrido por las estaciones, dentro del ciclo interminable de la vida.
El invierno representa la semilla, el potencial. Encarna la promesa del futuro. La vida está creciendo bajo tierra, esperando salir a la luz. Su elemento es el AGUA.
La primavera es la estación de los principios absolutos, de enraizar y avanzar en la vida. Su ritmo encarna la fuerza y la insistencia de la vida. SU elemento es la MADERA.
El verano es despreocupado, lleno de pasión y emoción. Su ritmo representa la concreción y la alegría, goza en la riqueza del momento. Su elemento es el FUEGO.
Los solsticios/equinoccios representan el ritmo de la transición, hay un equilibrio entre las fuerzas opuestas. Contiene en el presente tanto el pasado como el futuro. Su elemento es la TIERRA.
El otoño representa la paz de la finalización, el sentido hallado en el logro y la fe en que la muerte de una cosa abre el camino a algo nuevo. Su elemento es el METAL.
La analogía de las cuatro estaciones describe de forma poética los cinco ritmos que vibran constantemente por todo nuestro cuerpo energético.